La lluvia caía torrencialmente en el techo de madera de aquella casa vieja que habia visto dormir a tantas personas de su familia. Lo que no entendía era por qué todo el mundo tenía miedo de su habitación, era amplia, cerca del patio trasero, por lo que el aire fresco siempre circulaba por cada rincón. El ventanal del lado derecho permitía una excelente vista hacia la calle y cualquier persona curiosa hubiese deseado poder mirar por el rabillo de aquella ventana para conocer todo acerca del vecindario.
Pero, en fin, no valía la pena que todos le temieran, al contrario, era un punto a favor, porque gracias a este temor nadie se acercaba a molestar. Pero hoy, tenía ganas de salir, el sonido de lla lluvia ya resultaba monótono y tal vez el gato de la abuela quisiera jugar un poco.
Se levantó de su cama yu sintió un poco de entumecimiento. No podía creer tanta modorra acomulada en un cuerpo. Caminó como pudo hacia la puerta y cúal fue su sorpresa al encontrar, en el lugara donde solía estar su patio trasero, un pastizal gigante, lleno de tumbas repartidas por doquier, y ella, parada encima de una, con su pijama de siempre y deseando fuertemente, no haber salido nunca de su habitación.
Nace en Lisboa en 1888. Es la figura mas representativa de la poesía Portuguesa del Siglo XX. Trabajó de traductor, colaboró en diversas publicaciones como Orfeo, órgano de literatura vanguardista, influido por la filosofía de Schopenhauer y Nietzche, y por los simbolistas franceses, introdujo en su país las corrientes literarias en boga de la époc; desde el modernismo al futurismo. No publicó poesía en Portugués hasta una año antes de su muerte, cuando apareció una colección de poemas firmador con diferentes nombres, como si fueran distintos alteregos.
Las personalidades mas conocidas de sus poesias son: Alvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis. Para cada unos de estos hombres, diseñó una cuidada biografía, un horóscopo, un retrato físco completo, trazó sus caracteristicas morales, intelectuales, ideológicas. Todos diferentes y con una actividad literaria distinta, personajes que se conocen y entran en polémica unos con otros.
Alvaro de campos:
Entre todos los heterónimos, Campos fue el único en manifestar fases poéticas diferentes a lo largo de su obra. Era un ingeniero de educación inglesa y origen portugués, pero siempre con la sensación de ser un extranjero en cualquier parte del mundo.
Comienza su trayectoria como un decadentista (influenciado por el Simbolismo), pero luego se adhiere al futurismo. Tras una serie de desilusiones con la existencia, asume una vena nihilista expresada en aquel que es considerado uno de los poemas más conocidos e influyentes de la lengua portuguesa: Tabacaria.
Ricardo Reis:
El heterónimo Ricardo Reis se define como latinista y monárquico. De cierta manera, simboliza la herencia clásica en la literatura occidental, expresada en la simetría, armonía, y un cierto bucolismo, con elementos epicúreos y estoicos. El fin inexorable de todos los seres vivos es una constante en su obra, clásica, depurada y disciplinada.
Según Pessoa, Reis se trasladó a Brasil en protesta por la proclamación de la República en Portugal, y no se sabe el año de su muerte.
José Saramago, en El año de la muerte de Ricardo Reis continúa, en una perspectiva personal, el universo de este heterónimo. Saramago hace reencontrarse a Fernando Pessoa, ya muerto, con su heterónimo, que sobrevive a su creador.
Alberto Caeiro:
Caeiro, nacido en Lisboa, fue la mayor parte de su vida un campesino casi sin estudios formales (solo cursó la instrucción primaria), pero es considerado el maestro entre los heterónimos (inclusive por el ortónimo). Muertos su padre y su madre, se quedó en casa de una tía-abuela, viviendo de una renta modesta. Murió de tuberculosis. También es conocido como el poeta-filósofo, pero él rechazaba ese título y pregonaba una "no-filosofía". Creía que los seres simplemente son, y niada más: se irritaba con la metafísica y cualquier tipo de simbolismo de la vida.
De los principales heteronimos de Fernando Pessoa, Caeiro fue el único que no escribió en prosa. Alegaba que solamente la poesía sería capaz de dar cuenta de la realidad
Parte de su obra:
Poesías de Alvaro de Campos
Poesías de Fernado Pessoa
Obras completas
Poemas de Alberto Caeiro
Poemas dramáticos
Poesías inéditas
Sobre Portugal
Libro del desasosiego
Poema del Cuidador de Rebaños (Alberto Caeiro)
No creo en Dios porque nunca lo he visto Si el quisiera que yo creyera en él, seguro que vendría a hablar conmigo y entraría por mi puerta diciéndome: ¡Aquí estoy!Pero si Dios es las flores y los árboles y los montes y el sol y el luar, entonces creo en él, entonces creo en él a todas horas y mi vida entera es una oración y una misa y una comunión por los ojos y por los oídos.
Pero si Dios es las flores y los árboles y los montes y el luar y el sol, ¿por qué llamarle Dios? Le llamo flores y árboles y montes y sol y luar; porque si él se hizo, para que yo lo viese, sol y luar y flores y árboles y montes, si se me aparece como árboles y montes y luar y sol y flores es porque quiere que lo conozca como árboles y montes y flores y luar y sol.
Y por eso yo le obedezco (¿qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?), le obedezco viviendo, espontáneamente, como quien abre los ojos y ve, y le llamo luar y sol y árboles y montes, y lo llamo sin pensar en él, y pienso en él viendo y oyendo, y ando con él a todas horas.
Cuando ella pasa (Fernando Pessoa)
Sentado junto a la ventana, A través de los cristales, empañados por la nieve, veo su adorable imagen, la de ella, mientras pasa... pasa... pasa de largo...
Sobre mi, la aflicción ha arrojado su velo: Una criatura menos en este mundo y un angel mas en el cielo.
Sentado junto a la ventana, a través de los cristales, empañados por la nieve, pienso que veo su imagen, la de ella, que no pasa ahora... que no pasa de largo...
La contraposición de dos poetas, pero que si nos fijamos profundamente solo es la voz de una sola persona, que a través de otros personajes nos abre su mundo hasta lo mas interno, nos muestra todo de sí, los mas romántico, lo mas oscuro.... Sus personajes son él mismo, y sus poesías llenas de intelectualidad, de amor, de odio, son el reflejo de sus otros mundos.
Nace en Chile el 10 de Enero de 1893. Desde muy jóven mostró su inquietud literaria, comenzando a escribir poemas a los 12 años y exponiendo pocos aoñs después un manifiesto donde expresaba su rechazo a toda la poesía que lo precedía.
En 1916, se trasladó a Buenos Aires, donde expuso en una conferencia su teoría creacionista. Esta consistía en considerar al poeta como un Dios, que no expresara en sus versos una maravillada contemplación de la naturaleza creada, sino que compitiera con ella, haciendo nacer una nueva, creada por el poeta.
Amante de los movimientos vanguardistas franceses, especialmente del simbolismo, su original escritura se engloba en el creacionismo, corriente mediante la cual valoraba más la palabra en cuanto creación independiente literaria que por su significado como tal.
Las ideas vanguardistas del autor chileno las compartió y expandió por Europa, residiendo en París y Madrid, lugares en los cuales coincidió con los grandes nombres de la intelectualidad artística de ambas poblaciones.
Fallece a los 54 años en Chile. El 2 de Enero de 1948.
Tengo tu rostro entre las manos oh aire dulce retrato de aire anillo del mundo y del pasado tu rostro de silencio rostro de lámpara tierna con qué facilidad te formas en mis ojos como vuelves alegrando la negrura.
Miseria del recuerdo en el umbral del frío la selva se hace sueño se desprenden las hojas se mueren las miradas gota a gota.
Resbalando Como canasta de amarguras Con mucho silencio y mucha luz Dormido de hielos Te vas y vuelves a ti mismo Te ríes de tu propio sueño Pero suspiras poemas temblorosos Y te convences de alguna esperanza
La ausencia el hambre de callar De no emitir más tantas hipótesis De cerrar las heridas habladoras Te da una ansia especial Como de nieve y fuego Quieres volver los ojos a la vida Tragarte el universo entero Esos campos de estrellas Se te van de la mano después de la catástrofe Cuando el perfume de los claveles Gira en torno de su eje
1914- 1998. Poeta y ensayista Mexicano. Desde muy jóven empieza su actividad literaria ayudando en varias revistas y diarios como "Bandaral" y "Cuadernos del valle de México".
En el año de 1962 fue embajador de México en la India, pero en 1968 renuncia a ese cargo como protesta por los sucesos estudiantiles en México. En 1971 regresa a México donde dirige la revista "Plural" la cual trataba de las críticas de las letras, el arte, el pensamiento y la política, pero en 1976 la revista cae y Octavio Paz se une con otros intelectuales para dirigir la revista "Vuelta" la cual se convierte en la revista con mayor prestigio.
Recibió varios premios literarios, como el del Príncipe de Asturias, el Premio Cervantes(1981) y el de Tocqueville. Pero el mayor de todos fue el Premio Nobel, en 1990, otorgado como reconocimiento universal a su obra. Fue el primer escritor mexicano en recibirlo, y uno entre los varios concedidos a los autores de la literatura hispánica.
Muere en Ciudad de México el 20 de Abril de 1998.
Parte de su obra:
Poéitica:
Puerta condenada (1938-1946).
La Rama (1937).
Piedra de sol (1949).
Libertad bajo palabra (1949).
Salamandra (1962).
Ladera Este (1969).
Pasado en claro (1975).
Vuelta (1976).
Árbol Adentro (1978).
Ensayística:
El laberinto de la soledad (1950).
El Arco y la Lira (1956).
Las peras del Olmo (1957).
Cuadrivio (1965).
Puertas al campo (1966).
Corriente Alterna (1967).
Conjunciones y Disyunciones (1969).
El Ogro Filantrópico (1979).
In- Mediaciones (1979).
Las Hojas (1997).
EL RAMO AZUL
Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:
-¿Dónde va señor?
-A dar una vuelta. Hace mucho calor.
-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.
Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo.¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.
Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:
-No se mueva , señor, o se lo entierro.
Sin volver la cara pregunte:
-¿Qué quieres?
-Sus ojos señor –contestó la voz suave, casi apenada.
-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.
-No tenga miedo señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.
-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?
-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por aquí hay pocos que los tengan.
-Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.
-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.
-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.
-No se haga el remilgoso, me dijo con dureza. Dé la vuelta.
Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma la cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.
-Alúmbrese la cara.
Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contempló intensamente.
La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.
-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.
-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió- A ver, encienda otra vez.
Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me ordenó.
-Arrodíllese.
Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.
-Ábralos bien –ordenó.
Abrílos ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.
-Pues no son azules, señor. Dispense.
Y despareció. Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado aún frente a la puerta.
Entré sin decir palabra.
Al día siguiente hui de aquel pueblo.
ENTRE IRSE Y QUEDARSE
Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa
Algo moderno, a veces brusco pero realista y muy profundo. Octavio Paz es consiente del mundo en que vive y precisamente es asi como lo escribe, como es sin quitarle nada y poniéndole solamente ese toque de magia y realismo que refleja en cada uno de sus escritos.