jueves, 7 de octubre de 2010

Enrique Anderson Imbert

(Córdoba, 1910 - Buenos Aires, 2000 ). Estudió en la Universidad Nacional de Buenos Aires y fue discípulo de A. Alonso y P. Henríquez Ureña. Ejerció la docencia en las Universidades Estadounidenses de Harvard y Michigan, como profesor de literatura hispanoamericana, y destacó por sus ensayos y críticas.

Comenzó su carrera como periodista a principios de los años 1960 como editor de Marcha (1960-64), un semanario que, bajo la dirección de Carlos Quijano, ejerció fuerte influenncia en el pensamiento Uruguayo de la época y que contó con contribuciones tales como las de Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Manuel Maldonado Denis y Roberto Fernandez Retamar.

Jubilado desde 1980 de sus clases en EE.UU, regresó a su patria en los últimos años y se instaló en Buenos Aires, donde falleció el 6 de Diciembre del 2000 a la edad de 90 años.

Parte de su obra:
  • Vigilia (Novela, 1934).
  • El mentir de las estrellas (Cuentos, 1940).
  • Las pruebas del caos (Cuentos, 1946).
  • Fuga (Novela, 1953).
  • El grimorio (Cuentos, 1961).
  • ¡Y pensar que hace diez años! (Cuentos, 1994).
  • Historia de una rosa y génesis de una luna (Novelas, 1999).
  • Consenso de dos (Cuentos,2000).
  • El libro de los casos
Las últimas miradas

El hombre mira a su alrededor. Entra en el baño. Se lava las manos. El jabón huele a violetas. Cuando ajusta la canilla, el agua sigue goteando. Se seca. Coloca la toalla en el lado izquierdo del toallero: el derecho es el de su mujer. Cierra la puerta del baño para no oír el goteo. Otra vez en el dormitorio. Se pone una camisa limpia: es de puño francés. Hay que buscar los gemelos. La pared está empapelada con dibujos de pastorcitas y pastorcitos. Algunas parejas desaparecen debajo de un cuadro que reproduce Los amantes de Picasso, pero más allá, donde el marco de la puerta corta un costado del papel, muchos pastorcitos se quedan solos, sin sus compañeras. Pasa al estudio. Se detiene ante el escritorio. Cada uno de los cajones de ese mueble grande como un edificio es una casa donde viven cosas. En una de esas cajas las cuchillas de la tijera deben de seguir odiándoles como siempre. Con la mano acaricia el lomo de sus libros. Un escarabajo que cayó de espaldas sobre el estante agita desesperadamente sus patitas. Lo endereza con un lápiz. Son las cuatro del la tarde. Pasa al vestíbulo. Las cortinas son rojas. En la parte donde les da el Sol, el rojo se suaviza en un rosado. Ya a punto de llegar a la puerta de salida se da vuelta. Mira a dos sillas enfrentadas que parecen estar discutiendo ¡todavía! Sale. Baja las escaleras. Cuenta quince escalones. ¿No eran catorce? Casi se vuelve para contarlos de nuevo pero ya no tiene importancia. Nada tiene importancia. Se cruza a la acera de enfrente y antes de dirigirse hacia la comisaría mira la ventana de su propio dormitorio. Allí dentro ha dejado a su mujer con un puñal clavado en el corazón.


Hablar por hablar, no. Este cuento me deja sin palabras. Un preámbulo hermoso para un final tan trágico. Hermoso juego de palabras, hermoso cuadro y hermosos tintes para pintar la muerte

Enlaces:

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/anderson_imbert.htm

http://elarteentusmanos-hotmail.over-blog.es/pages/BIOGRAFIA_DE_ENRIQUE_ANDERSON_Y-1216505.html

http://members.fortunecity.com/detalles2002/prosa/imbert/imbert.html




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